Fenicios, griegos, romanos, y luego musulmanes, ya supieron ver el valor gastronómico de los tesoros que escondían nuestras costas.
La pesca de especies migratorias en el sur de España se remonta a tres mil años atrás, desde que los fenicios y los tartessos empezaron a capturar atunes, melvas y caballas.
La industria transformadora de estas especies también comenzó a tomar fuerza, y despegó en el siglo I con el auge de Roma. Todo tipo de túnidos y escómbridos eran preparados en las factorías ubicadas a lo largo de todo el litoral Andaluz.
Ejemplo de ello son las ruinas de Baelo Claudia de Bolonia (Tarifa) con sus estanques todavía visibles. 40 factorías concentradas en el Golfo de Cádiz y Levante se hicieron famosas por sus salazones, y por sus diversos tipos de salsas de pescado (garum, mauria y alex), siendo incuestionable el prestigio del que gozaron estos productos andaluces.
Herederos de la exquisitez de las factorías de los romanos
El garum que se exportaba desde las factorías de salazón de Baelo Claudia, y era una de las salsas de pescado más codiciadas en el imperio romano, es sino un antecedente remoto de las conservas de Melva de Andalucía y Caballa de Andalucía.
Consumidores de todo el Imperio Romano se hacían eco de que los salazones de Andalucía eran garantía de calidad y de sabor propio, y pagaban por ellos un alto precio.
La Melva de Andalucía y la Caballa de Andalucía son herederas de los manjares que salían de las fabricas de los romanos. Las latas de estos tesoros de nuestras costas mantienen el espíritu de producto de excepción.
Materia prima de excepción
La materia prima empleada en la elaboración de las conservas procede de las especies Scomber japonicus para la Indicación Geográfica Protegida Caballa de Andalucía, y Auxis rochei y Auxis thazard para la Indicación Geográfica Protegida Melva de Andalucía.
La caballa, es un pez de cuerpo fusiforme y alargado, con el hocico puntiagudo y ojos grandes diferenciadores. Tiene el cuerpo completamente cubierto de escamas, y el dorso de color azul verdoso. Mide entre 20 y 30 cm.
Por su parte, la melva es un pez de cuerpo robusto, alargado, y redondeado, con el hocico corto. Su piel es muy dura y fuerte, totalmente desnuda de escamas, menos en la parte anterior del cuerpo y a lo largo de la línea lateral.
Su dorso es de color azulado o gris azulado marcado a partir de la primera aleta dorsal, con manchas y líneas sinuosas oscuras. Puede alcanzar los 50 cm y un peso de 1,5 kg.